Ruisdael Súarez Uruguayan, 1929-2004

Ruisdael Suárez, montevideano de 1929, autodidacta, se convirtió en uno de los protagonistas del arte uruguayo de los años sesenta. Entre 1947 y 1948 comenzó a pintar pero, insatisfecho con los resultados, en 1952 interrumpió la actividad para dedicarse a la poesía. Retoma la actividad artística dos años más tarde orientándose hacia el grabado en Club de Grabado, fundado en esos años y con un creciente número de adictos. De la xilografía Ruisdael Suárez extrajo intensas posibilidades de la veta y los accidentes de la plancha de madera, incorporando elementos externos. Dibujante seguro, de una limpieza formal infrecuente, fue elaborando diversas series, en su mayoría figurativas (El pescador, 1961, Casa de peligro, 1964) y otras más abstractas (El viento, 1963), aunque los referentes a la figura humana y animal, siempre predominaron a lo largo de su trayectoria, con especial detención en el ojo, elemento clave en toda su obra. Fue en ese período que obtuvo sus mayores logros y distinciones ya que en la IV Bienal de Grabado de Tokio, 1964, fue distinguido con un importante premio. Ya se había destacado en los salones municipales y nacionales, participado en muestras colectivas en el exterior (URSS, EEUU, Rumania, Polonia, Italia, Yugoslavia, Chile, Argentina, en importantes certámenes internacionales). Su estética se afirma con la influencia del pop-art y su pintura adquiere una intensa personalidad hasta convertirse en una personalidad incontorneable del arte nacional. El Museo Nacional de Artes Visuales exhibe, en permanencia, uno de sus trabajos más maduros, Paraguas 1, 1967, con la incorporación real del objeto del título. Vinculado al teatro (actor, escenógrafo) y al diseño gráfico, Ruisdael Suárez realizó varias muestras individuales (Centro de Artes y Letras, Galería Bonomi, Alianza Francesa) donde puso en evidencia el sugerente dramatismo que se instaló en las figuras humanas (rostros y cuerpos de mujer) y animales (aves, el buho), que buscan la repetición de ciertos elementos (en particular los ojos) cargados de una empinada energía vital. En algunos casos, la agresividad y la violencia, durante la dictadura militar, tienen inequívocas connotaciones locales, como esos pájaros iracundos, construidos de curvas y ángulos agudos, con círculos que se convierten en ojos y ojos que se transforman en círculos, multiplicados en situaciones especulares, reveladores de una concepción demoníaca del mundo.